El bosque mesófilo de montaña, llamado también bosque de niebla es uno de los más ricos y diversos de México. En una superficie que abarca menos del 1% del territorio de nuestro país, el bosque de niebla resguarda una enorme diversidad biológica, lo que motiva a que su protección y conservación sea prioritaria y esté integrada a las leyes ambientales mexicanas.
El bosque de niebla ocupa una franja estrecha a lo largo de las sierras montañosas en altitudes de 400 a 2,700 msnm, entre los bosques cálidos y los templados. La combinación de alta humedad y temperatura templada en estas zonas es una condición particular que ha permitido el establecimiento y desarrollo de niebla con plantas de regiones tropicales y templadas. Tiene lluvias abundantes y niebla durante gran parte del año.
En este bosque destacan por su abundancia las epífitas, como las bromelias o tenchos (Tillandsia spp.), la cactácea dedos de muerto (Rhipsalis baccifera), muchas orquídeas y algunos helechos.
En su rico y diverso estrato arbustivo crecen entre muchos otros arbustos el tlachichinole (Moussonia deppeana) y la flor de mayo (Palicourea galeottiana), cuyos frutos son alimento de diversas especies de aves. Algunos árboles representativos de este ecosistema son los pipinques (Carpinus caroliniana y Ostrya virginiana), varias especies de encinos (Quercus spp.), el liquidámbar (Liquidambar styraciflua var. mexicana), la marangola (Clethra mexicana) y el haya (Platanus mexicana).
En México, sólo dos jardines botánicos resguardan este tipo de bosque, uno en cada sierra madre, y el Jardín Botánico Clavijero fue el primero en hacerlo. Es un importante reservorio de servicios ambientales, pues contribuye a la captación de agua y carbono, protege a los suelos de la erosión y, como ya se mencionó, brinda alojamiento a una enorme diversidad de seres vivos.